Tiempos de crisis: ¿Vuelve el "qué se vayan todos"?
En un clima de gran malestar y empobrecimiento de la sociedad, los fantasmas del 2001 golpean la puerta, con similitudes y diferencias. La Tecla convocó a especialistas y dirigentes para analizar el delicado momento de la Argentina
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Sin lugar a dudas, nadie esperaba un 2020 de estas características. Allá por octubre del año pasado, todo era optimismo, pues 2019 había sido el corolario de años muy difíciles para la economía y la sociedad en general. El cambio de aire en el Gobierno -como en cada alternancia política- invitaba a pensar en un repunte, una superación de la crisis. Pero la irrupción, en el mundo, de la pandemia del coronavirus trastocó todos los planes y derrumbó las expectativas de propios y ajenos.
En ese escenario, al comienzo de la lucha contra el COVID-19 se vivió una suerte de tregua en el país, un acuerdo tácito de no agresión entre oficialismo y oposición en pos de la gobernabilidad; pero duró lo que el humor social aguantó el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio. El malestar por el confinamiento recrudeció la tan mentada grieta y erosionó el margen de maniobra de un Gobierno que enfrentó (y enfrentará) varios problemas de urgente resolución al mismo tiempo.
Desde el vamos, la reestructuración de la deuda externa se imponía en la agenda de gestión, con un impacto en la economía inmediata y, sobre todo, a futuro, permitiendo al Gobierno proyectar cierto rumbo de las finanzas nacionales. La pandemia fue un golpe duro e inesperado a la gestión, que en los primeros meses, el presidente Alberto Fernández supo capitalizar a su favor. A casi seis meses de la implementación de la primera cuarentena, la respuesta de la sociedad no es la misma y el consenso es menor.
No obstante, el mandatario nacional, por un lado, y el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, por el otro, son quienes, a priori, logran salir airosos de las vicisitudes de vivir en pandemia. Sus números de aceptación siguen siendo altos y contrastan con el nivel de rechazo de los máximos exponentes en cada espacio (Cristina Fernández de Kirchner, en el oficialismo, y Mauricio Macri, en Juntos por el Cambio). También ayudó en ese sentido la buena convivencia entre ambos, el tirar para el mismo lado a pesar de las diferencias.
Claro que la tregua no duraría para siempre. De hecho, días atrás estalló un conflicto que dio vuelta la taba. Por si hacían falta condimentos a la ajetreada realidad que atraviesa el país en medio de la pandemia del coronavirus y la crisis económica de arrastre, un levantamiento policial irrumpió en la escena pública. El reclamo salarial se tiñó rápidamente de político con un rodeo de patrulleros a la Quinta de Olivos, que, vaya paradoja, logró cerrar la grieta, al menos por unas horas. La respuesta del Ejecutivo nacional echó leña al fuego con la oposición y puso, otra vez, en el centro de la discusión a la política, casi dejada de lado por la lucha cuerpo a cuerpo contra el COVID-19.
La coparticipación encendió el debate y devolvió al discurso político a la arena, aunque, también, profundizó la grieta. En el medio, como siempre, la sociedad, que de a poco comienza a exteriorizar su fastidio, con unos y otros. El hartazgo por la extensión de la cuarentena supera al miedo al virus, y eso agita las aguas, enrareciendo el clima social. El reclamo policial puso a prueba en algún punto ese humor social. También allí, el arco político en su totalidad mostró rapidez de reflejos para contener la situación. Sin desconocer la legitimidad del pedido de actualización salarial (como otros tantos rubros) repudiaron de manera unánime -o casi- la protesta con armas de fuego y el amedrentamiento contra la figura del Presidente o el Gobernador.
Resulta insoslayable señalar que las elecciones del 2021, en el corto plazo, y las del 2023, en el horizonte, ya juegan su partido en la situación actual. No son pocos los que miden sus actos y sus dichos con vistas a la compulsa electoral. Cada cual atiende su juego, y muchos tienen deseos e intereses, y una fecha de vencimiento en el poder que buscarán renovar. Otros intentarán dar el zarpazo. En uno y otro caso, todos saben que deben, de mínima, contener su base electoral, pero ampliarla, para poder cumplir sus aspiraciones.
En ese clima, el termómetro de la Argentina parece ondular entre el valor electoral de los moderados y el impulso pasional que generan los radicalizados. Si bien Alberto y Larreta son los que mejor miden en cualquier encuesta, así como otros dirigentes conciliadores son los que con mejores perspectivas asoman, no es menos cierto que quienes mayor poder de convocatoria y movilización poseen son aquellos de posiciones más duras. Por este motivo, ninguno puede prescindir del otro, por más dolores de cabeza que le traiga o disputa de liderazgo le genere.
Ante este panorama parece haber dos apuestas bien distintas y lógicas de uno y otro lado de la grieta. El oficialismo pone todas sus fichas en la pospandemia, con un escenario ideal, en el que el sistema resistió al borde del colapso y los números finales de víctimas fatales dejaron un saldo mucho menor que el del resto del mundo.
A partir de allí, edificar una reconstrucción del tejido social y económico, que, por muy lenta que sea, en cualquier caso será mejor que el contexto actual, por lo que tiene todo por ganar. Si ese imaginario se torna más oscuro, sus posibilidades de éxito electoral, y también en la gestión, se verán notablemente limitadas.
La oposición, en tanto, y fundamentalmente Juntos por el Cambio, que es hoy la fuerza con chances reales de disputar el mando, apostará a erosionar el poder de Alberto, tanto desde su costado más duro como de aquel más dialoguista. Los intendentes cercanos a la Rosada y el propio jefe de Gobierno porteño, ya cruzaron lanza por la cuestión de la coparticipación y la quita a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es de esperar que, en una realidad sin coronavirus, se profundicen esas diferencias, aun con buenos modos.
Conflicto policial
Julio Burdman “Hay un caldo de cultivo para todo tipo de fenómenos anormales” En diálogo con La Tecla, el analista manifestó que “es un poco inevitable el clima de tensión social. La Argentina está cayendo, como mínimo, 12 puntos este año. Algunos escenarios hablan de una caída de más de 20 puntos. Vamos a terminar con un déficit de casi 7 puntos, lo que va a dejar la economía complicada a futuro. Una pobreza de 50 puntos, una desocupación de la que todavía desconocemos los números; por lo tanto están todas las condiciones para que haya malestar y tensión. Si la política zafa de todo eso es porque hay un buen manejo político de la crisis. Lo estructural es complicado. Es cierto que no es exclusivo de Argentina, pero eso no explica nada. Ya teníamos tensiones sin pandemia”. Asimismo, Burdman aseguró: “Los gobiernos nacionales y locales van a tener una etapa de justificaciones, entre la herencia recibida y la pandemia. Eso lo entenderá mucha gente, pero no significa que vaya a evitar las tensiones, sobre todo en el frente de gran intolerancia. Con el tema de las tomas de tierras, más allá de las manos negras que pueda haber, me parece que hay un caldo de cultivo para todo tipo de fenómenos anormales”. En tanto, el consultor político aclaró: “Creo que no se puede generar algo como el 2001, pero sí podemos asistir, y ya está ocurriendo, a muchos microfenómenos de creciente anomia, como consecuencia del empobrecimiento de la sociedad. Aumenta la delincuencia, la toma de tierras... todo eso es una consecuencia de la crisis, y en sí misma es un problema, sin necesidad de que se traslade al régimen político. Una cosa que puede suceder es que el régimen político esté funcionando bien, con las coaliciones unidas, la política cooperando frente a la crisis, pero con graves problemas sociales por debajo”.
Tomas de tierras, "un caldo de cultivo"
Raúl Aragón “Hay un agotamiento en la capacidad de gestión de la clase política” El consultor político y director de Raúl Aragón & Asociados apuntó a La Tecla: “Veo a la Argentina atravesando una crisis sin precedentes. Se combinan crisis económica, social y sanitaria al mismo tiempo; eso genera un estrés sobre el Ejecutivo en cada instancia: nacional, provincial y municipal. No teníamos una capacidad de respuesta, nadie se preparó para una crisis de esta dimensión. Es una situación sumamente difícil, tremenda. Allí se genera el comienzo de una crisis política”. Asimismo, el analista señaló: “La comparación con el 2001 resulta inevitable, porque la comparamos con la mayor crisis que vivimos desde la vuelta a la democracia. Pero es un contexto totalmente distinto, porque esta crisis se inscribe en un contexto internacional, pero además tiene características completamente diferentes. El grado de recesión que hay hoy no es comparable con el que había en aquella época. También es mejor la capacidad de negociación de deuda. Pero, por otro lado, hay un agotamiento de la clase política. Viene fracasando su gestión desde la vuelta de la democracia hasta acá, y se crean estos caprichos que tienen que ver con la pelea de poder y no con la solución de la crisis. Acá hay un componente de inmoralidad, que no estaba presente en 2001. Allí, Duhalde consiguió juntar a todos los sectores en una mesa y sacaron el país adelante, o, por lo menos, apagaron el incendio. En este momento, no es posible construir esa clase de consenso”.
Eduardo Duhalde
Mariel Fornoni “El pedido es que alguien se haga cargo, no que se vayan” La consultora de Management & Fit dijo a este medio que “es cierto que hay un malhumor social, que las expectativas cayeron, hay pesimismo político y económico y mucha decepción; pero no veo hoy una situación de ‘que se vayan todos’. Alberto Fernández perdió 14 puntos de abril a ahora, pero todavía tiene un 44% de aprobación, y no es menor. Larreta está casi en 70 puntos de aprobación. Que se vayan todos es cuando todos tienen 20 puntos de aprobación. Pero además, el principal factor común hoy es la incertidumbre, y en ese contexto, el pedido es que alguien se haga cargo, no que se vayan. Esto no quiere decir que no pueda ser distinto en unos meses. Hay mucha incertidumbre”. Asimismo, Fornoni subrayó: “La situación económica es desesperante. Muchas empresas cerraron y otras creen que van a tener que hacerlo. Miedo a despidos, mucha desconfianza. Es difícil generar confianza con cosas como la reforma judicial. En medio de una coyuntura grave, no parece un tema pertinente. Eso aumenta el malestar social. Las idas y vueltas en salud, economía; todas estas cosas erosionaron la confianza en el Gobierno. La gente no le cree demasiado a nadie, en realidad. Y en los dos últimos meses se ha erosionado el liderazgo presidencial, pero no por la oposición sino por las propias disputas internas. Cuando tenés un doble comando es muy difícil. Alberto tiene que recuperar el liderazgo de la agenda política”.
Sergio Berensztein “Es un error mirar las crisis del pasado para entender el presente y el futuro” En diálogo con La Tecla, el analista político afirmó que “en general se ve un desgaste importante de toda la clase política, en especial, en el oficialismo. Cayó la imagen de Alberto y, también, la de Cristina. Se ve que esta radicalización le está costando en términos de opinión pública. De los líderes de la oposición, el que más capitaliza es Larreta, que se mantiene con una buena imagen. Y al mismo tiempo, hay otros líderes, como Vidal, que se sostiene bien. A los que les va bien es a los moderados. Esa tendencia lleva algunos meses. El desgaste mayor es en los radicalizados. Pero todavía no veo un ‘que se vayan todos’”. En la misma sintonía, Berensztein explicó que “2001 fue una crisis económica muy profunda que rompió todos los contratos, y creo que hoy, eso no se da. Uno tiende a mirar las crisis del pasado para entender el presente y el futuro, y eso es un error; hay situaciones que son nuevas, cada crisis es única. Hay que mirar las crisis tal como son. La sociedad argentina actual es muy diferente a la de ese entonces. No va a haber un corralito. No creo que pase lo mismo”.
Graciela Fernández Meijide “No hay un líder claro en ninguno de los dos espacios” En diálogo con La Tecla, la dirigente política expresó: “Veo una tensión demasiado fuerte entre oficialismo y oposición. Lo primero que se viene a la mente es la crisis del 2001, pero en aquel momento, al menos, no existía la pandemia. Cada crisis tiene sus características, pero todas tienen una cuestión económica y de necesidades. Pero en 2001 había dos líderes: uno que representaba al PJ, Eduardo Duhalde, y otro que representaba al radicalismo, Raúl Alfonsín. Y entre ellos se pusieron de acuerdo. Tomaron medidas en conjunto, algunas muy dolorosas, pero la existencia de dos liderazgos impidió el quiebre total y generó el terreno para un gobierno bastante mejor, que fue el de los Kirchner”. Asimismo, Fernández Meijide remarcó: “Hoy hay falta de liderazgo real, porque no se puede dejar de ver la tensión entre Alberto y Cristina. Parrilli peleándose con el embajador de Estados Unidos, cuando el Presidente, más tarde o más temprano, va a terminar hablando con el FMI. Vamos a necesitar de ellos. Y del otro lado hay una coalición que, por suerte, se mantuvo unida, pero hay tensiones entre Macri, Larreta; y hay que ver las pretensiones de los radicales, Cornejo, Negri. No hay un líder en ninguno de los dos espacios. Es realmente una situación que parece una novela de Shakespeare”.
Raúl Alfonsín
Hugo Haime “Lo peor que se puede hacer es generar incertidumbre en la sociedad” El analista indicó a este medio que “hay una situación social complicada. Los sectores vulnerables están muy complicados, pasamos de un 35% de pobreza al 50%. Hay mucha decepción. Se necesita armonía social. La dirigencia política, no es muy clara en ese sentido. Se sacan la foto por el coronavirus pero después vemos lo que pasa en el Congreso. Desde el punto de vista político volvimos a la grieta, y eso es una complicación para la Argentina. Pero todas las cosas que anticiparon tanto Berni como Grabois se están cumpliendo: el aumento de la delincuencia y la toma de tierras. La pandemia tapó todo, pero los problemas siguen existiendo”. No obstante, Haime aclaró: “Hoy, no pasa lo del 2001. La imagen de los dirigentes es la más o menos lógica. Excepto Alberto y Larreta, el resto, no luce demasiado. Creo que si la dirigencia política no da respuestas, la gente le va a pedir resultados al conjunto. Riesgo institucional, no veo. Creo que hay cierta madurez, gente que entiende esta situación. Me parece que lo que intentó hacer Duhalde es decir ‘che, si no se juntan y llegan a un acuerdo, esto se puede complicar’; y coincido en eso”. Por último sentenció: “Las diferencias internas perjudican en la gobernabilidad, pero para afuera puede sumar distintos sectores. Pero lo peor que se puede hacer es generar incertidumbre en la sociedad, eso golpea al Gobierno nacional. Hay un problema de eficacia. Podés tener muchas declaraciones, pero el tema es lo que se haga con las cosas. Hay un sector importante de la sociedad que niega la gravedad, ya no le interesan los números de infectados y muertos. Hubo graves errores de comunicación”.
Juan Grabois
Carlos Fara “No hay espacio para un Bolsonaro o un antisistema en Argentina” El consultor político afirmó a La Tecla que “estamos en el peor momento de la pandemia, mal momento económico. El proceso de desgaste afecta la imagen del Presidente, que hoy no tiene la legitimidad suficiente para conducir la sociedad. Se aceleró el proceso político, no sabemos dónde va a terminar lo sanitario, económico y social. La política está como entrampada. Los puentes se rompen, la política se desgasta y la gente se fastidia. La Argentina ha ido evolucionando a un escenario donde el protagonismo de las dos partes lo tienen los halcones y las palomas están relegadas. Y es un negocio mutuo, a los sectores duros de uno y otro lado les sirve que le vaya bien al otro”. No obstante aclaró: “No creo que estemos en un escenario de ‘que se vayan todos’. Ni por casualidad. Era claro que la política se iba a desgastar por la crisis. Si la economía se empieza a recuperar lentamente, se van a calmar las aguas. No hay espacio para un Bolsonaro o antisistema en la Argentina. Dos tercios del país son los dos núcleos duros. No veo al país mal representado, sí está en una mala situación, que es otra cosa. La sociedad venía muy golpeada y ahora está peor. La sociedad está muy fastidiada, por el hartazgo de la cuarentena y la crisis económica y social, pero al salir de la crisis no salen con energía como para tomar acciones. Esta será la peor crisis de todas, pero no doy por sentado que sea una sociedad que quiera expresar un voto bronca mañana. No digo que no pueda pasar en los próximos meses, pero no es lo que veo hoy”. Por último, Fara expresó: “La película, conceptualmente hablando, la conduce Cristina. Los márgenes de movimiento se le han reducido mucho a Alberto y a los moderados en general. Los intendentes y gobernadores peronistas están muy callados. No ha habido una sola voz disonante. Es muy particular eso. Están todos dentro del mismo barco y el predominio lo tiene Cristina. Hoy, no hay problemas de gobernabilidad, ella toca el silbato y todo el mundo obedece”.