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Lunes, 21 octubre 2024
Argentina
31 de diciembre de 1969
Entrevista

El otro costado del principal referente de Quebracho

Fernando Esteche es conocido como la voz del MPR. Pero además de encarnar una lucha al ritmo de capuchas y palos, es esposo y padre. En una entrevista con La Tecla dice que tiene miedos, define al amor y cree posible un gobierno popular

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Fernando recibe a La Tecla en la casa de un compañero del movimiento. Con música de fondo y mate de por medio, se presta a realizar la entrevista, aunque con cierto pudor a la hora de las fotos. Le cuesta reconocerse como líder, asegura que esa palabra es una construcción mediática, pero, no obstante, se atribuye la represen-tación de Quebracho, por lo menos discursivamente. Tiene 41 años, vive con su mujer y sus tres hijas en la ciudad de La Plata. Se desempeña como docente en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. La experiencia de los años parece haberlo calmado, o por lo menos ese sentimiento deja entrever en su relato.

En el año 1982, cuando apenas era un adolescente, comenzó a comprender que las cosas en el país no estaban bien y encarnó una polémica lucha por la que debió pagar altos costos. Estuvo varias veces preso. La última fue el año pasado. Pero esta situación, cuenta, lejos de acobardarlo, lo fortaleció. En ningún momento se muestra arrepentido. Pero hoy, con un discurso coherente a sus ideas revolucionarias aunque más moderado, reconoce que tiene miedos. Afirma que es posible llegar a un gobierno popular en Argentina por la vía democrática, y admite que estamos mucho más cerca de alcanzarlo.

-¿Cómo llegás a ser el líder de Quebracho?

-No hay un líder, ésa es una construcción mediática. Nosotros somos una organización absolutamente democrática en su conformación, composición y construcción de sus políticas; y la dirección nacional de nuestra fuerza, que se elige con la participación plenaria de todos los militantes, es una construcción colectiva de muchos miembros, no de uno.

-Pero sos, sin duda, un referente. De hecho, estoy haciendo la nota con vos y no con otro militante. Es decir que algún tipo de jerarquía tenés.

-No, sigo insistiendo en que es una construcción de medios. Nos pusieron en determinado lugar por un problema de las persecuciones; hoy es muy difícil que vos pidas una nota a Quebracho y nosotros te digamos que se la hagas a cualquier otro compañero. Y además, nosotros necesitamos hacer política en los medios porque, como toda agrupación, construimos a partir de la visibilidad; entonces, tratamos de aprovechar lo que se nos ofrece.

-¿Cuál sería el Estado ideal para Quebracho?

-No trabajamos con conceptos de ideales. Somos sujetos históricos, y en esa medida vamos desarrollando lo posible.

-Pero ustedes luchan por un modelo de país y, en consecuencia, de gobierno.

-Creemos que es posible una Argentina con un Estado socialista, con propiedad social de los medios de producción. En América Latina hay un proceso histórico, que tiene que ver con Chávez y Morales, que es la recuperación de la dignidad. Para que sea así tiene que tener el protagonismo del pueblo, pero no sólo a través del voto, sino de la construcción, conquista y defensa de sus derechos, en la calle, no únicamente con diputados levantando una mano. Acá Kirchner tuvo, al margen de cómo llegó, una opción histórica de gobernar con el pueblo o con el aparato, y eligió el aparato.

-¿Crees que la vía democrática es la mejor para llegar a un gobierno socia-lista?

-Es posible, hay condiciones para articular un frente nacional que pueda acceder al gobierno con todas las condiciones formales, con todas las trampas y todo el nivel de proscripción que tienen las elecciones formales.

-La llegada del kirchnerismo al poder les quitó a varios aliados.

-Sí. La resistencia al neoliberalismo la hicimos muchos argentinos y muchas organizaciones populares, la llegada del kirchnerismo al Gobierno hizo una cooptación de movimiento populares. Hebe de Bonafini, curiosamente con una tradición muy antiperonista, ahora está siendo parte del Gobierno; los compañeros de Patria Libre, que estaban al lado nuestro tirando piedras, hoy son funcionarios del Gobierno que nos reciben del otro lado del escritorio. Quedaron cooptados a expensas de dádivas.

El hombre detrás del militante

-Sos Licenciado en Comunicación Social, ¿ejerciste alguna vez?

-Cuando me recibí comencé a dar clases en la Universidad de Quilmes, la materia Comunicación y Educación, hasta que caí preso en Caseros. Ahí, entre las acusaciones que me hacían estaba la de prepotencia ideológica. Actualmente doy clases en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de La Plata.

-¿Cómo definís al amor?

-Si tuviera que darle una definición al amor, te diría los nombres de mi mujer y mis hijas: Fernanda, Juliana, Rocío y Ema; pero el amor nos atraviesa más allá de esto. Es difícil definirlo, porque es una palabra muy chiquita para algo tan grande. Es lo que inspira mis acciones en la vida privada y en la vida pública.

-¿Tu mujer a qué se dedica?

-Mi mujer es socióloga, es docente e investigadora. No es militante de Quebracho, pero siempre me acompañó. El ejemplo que me viene a la cabeza ahora es cuando estaba en la clandestinidad, que ella estaba em-barazada y tuvo que aprender una serie de prácticas para ir a verme una vez a lo mejor en mucho tiempo, como entrar por un lado y salir por el otro, hacer contraseguimientos, hablar de líneas telefónicas diferentes, etcétera. Todo esto le cambió la vida en lo diario, y lo hizo únicamente por amor.

-¿Cómo les explicás a tus nenas tu actividad?

-Primero, para quien no pueda entenderlo, soy el papá de mis nenas, entonces, desde ahí no hay mucho que explicarles. Además han crecido conmigo en esto. Juliana, la mayor, que hoy tiene 14 años, cuando tenía 2 me iba a visitar a Caseros. Rocío estaba en la panza de mi mujer, así que nació con esa situación. Tuvieron algunos tragos amargos y otros maravillosos. Por ejemplo, me acuerdo de una anécdota: la maestra preferida de mi hija Rocío, cuando estábamos presos en el marco del asesinato de Fuentealba, hizo una jornada de reflexión docente sobre el tema; y esta muchacha, con un desatino muy grande, les dijo a los chicos: “esto no se resuelve con palos y con capuchas”. Y hablar de palos y capuchas es hablar de Quebracho, y para Rocío, es hablar de mí.

-¿Te gustaría que tus hijas militaran en Quebracho?

-En principio me gustaría que hagan lo que quieran. En todos los órdenes de la vida, cuando uno intenta imponer o proyectarse en los hijos, termina haciendo las cosas mal.

-No desde el lado de la imposición, te pregunto desde el temor como padre.

-Lo que siempre deseo es que tengan salud, que sean sanas, inteligentes. El límite es muy delgado, porque ni se lo prohibís, ni lo inducís, lógicamente, los temores están. Porque hay grandes satisfacciones en la militancia pero también hay cosas amargas, es un poco lo que les pasa a nuestros viejos. Pero así es la vida. Ahora, si vos me preguntás qué haría con mi mujer o mis hijas en cana, yo creo que me volvería loco; no hay nada, ni lo histórico, ni nada, que me lo pueda explicar.

-¿Tenés miedos?

-Sí, yo miedos tengo muchos, por eso siempre le digo a la gente que nos quiere asustar que no se esfuerce demasiado. No somos superhombres, no nos creemos héroes, tenemos miedos como todos los humanos. Tengo miedo a la muerte, a la soledad, a la cárcel, a los golpes, al dolor. Las batallas que damos, porque no podemos no darlas, las damos con todos estos temores.

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