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Argentina
27 de mayo de 2015
OSCAR GONZáLEZ

"Soy un apasionado de la Antártida"

Oscar González es el decano de las campañas antárticas, suelo que pisa hace cuarenta años de manera ininterrumpida, y además es el jefe científico de la base Carlin

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A Oscar González le dicen “el Nono” por su vasta experiencia en la vida antártica. Fue por primera vez al continente blanco en 1975 y repitió esa experiencia año a año hasta hoy. Dejó la carrera militar tras la guerra de Malvinas pero nunca dejó de estar vinculado al Instituto Antártico. Desde 1996 es el jefe científico de la base Carlini en cada una de las campañas, que él mismo se encarga de diagramar.

-¿Cuántos años hace que va a la Antártida?
-En 1975 hice mi primera campaña antártica en un buque de la Marina que navegó por el mar de Weddell, haciendo oceanografía, que era mi especialidad. Me quedé en ese barco, que trabajaba para el Instituto Antártico y el servicio de Hidrografía Naval, hasta el año ‘79. Del ‘79 al ‘83 estuve en el (rompehielos) Irízar; y después de Malvinas me fui de baja en 1984 y entré al Instituto Antártico.

-¿Cuántas veces invernó?
-Una vez, en la base Carlini en el año 2000 hasta 2001.

-¿Cómo fue esa experiencia?
-Linda, a mí me gustó. Soy un apasionado de la Antártida, y creo que soy un afortunado porque hago lo que realmente me gusta. La experiencia como invernante deja muchas cosas; uno se da cuenta de la vida que hemos perdido, que es mucho más simple de lo que se vive acá. Cuando estás en un lugar como la Antártida sos feliz porque tenés un fósforo para prender el calentador; con eso, el plato de comida y que puedas hacer tu trabajo las cosas están bien. El valor humano también tiene otra dimensión, la gente es mucho más solidaria. También hay conflictos, obviamente, pero la experiencia es buena y sirve para darse cuenta de que no hay nada tan grave como para que uno piense que las cosas no se pueden solucionar o mejorar.

-¿Deja amigos la Antártida?
-Sí, sí; pocos, pero deja. Y son amigos que duran. Cuando se va a invernar se produce como una simbiosis, uno da vueltas hasta que encuentra una persona que es como su otra parte. En general, cuando se almuerza, o los sábados que es tradición comer pizza todo el grupo funciona bien, pero después tenés un grupo de una o dos personas, no más, con las que vos compartís tus cosas.

-¿Cómo es eso de la pizza?
-Todos los sábados en todas las bases argentinas de la Antártida es tradición comer pizza. Si hay, se acompaña con cerveza. En el veranos somos 60 o 70 y en el invierno unos 20.

-¿Y el resto del tiempo libre?
-A veces, cuando venimos bien con los trabajos se da el domingo libre. En Carlini hay cine, hay televisión, se juega al fútbol, hay ping pong. Antes era mucho de los juegos de mesa, se contaban muchas anécdotas. Cuando yo empecé a ir a la Antártida estaba rodeado de monstruos científicos y cuando terminaba la cena escuchábamos a los viejos contar sus historias. Eso se perdió un poco con el tema de la computadora y el televisor.

-¿Ha dejado de lado su tarea de científico por esto de ser el jefe?
-En el Instituto Antártico pertenezco al departamento de Ciencias del Mar. Durante años, mientras no iba como jefe científico, formé parte de ese grupo, desde el ‘84 hasta el ‘95 y ‘96. Después se creó esta figura del jefe científico y me designaron ahí. Y también me aburguesé un poco, porque la base es más cómoda que un refugio o un campamento.

-¿Hasta cuándo va a seguir yendo?
-Ya me queda poco. Este año cumplí 61, así que ya no me falta mucho para jubilarme. Supongo que la campaña que viene y una más y ya tengo que dejarle paso a los chicos que vienen.

-Después de tantos años, ¿espera con ansiedad la campaña que viene?
-No. Es una pregunta que me hace el psicólogo en el examen anual antes de ir, pero para mí es un trabajo; es mi trabajo. Me toca ir, voy, y hago mi trabajo, que es lo que sé hacer, lo mejor que puedo; pero no creo que cuando deje de ir sienta esa cosa de “qué voy a hacer cuando me vaya”. Tengo muchas cosas para hacer, porque he estado mucho tiempo lejos de mi familia; y pienso viajar por el país, comprarme un auto y aprender a manejar.

-¿No sabe manejar?
-No. Manejo botes de todo tipo y motores fuera de borda, el mar es mi medio.

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