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Argentina
16 de abril de 2017
MEMORIA

La semana santa de la democracia: el recuerdo del alzamiento carapintada, 30 años después

Se cumple el trigésimo aniversario del alzamiento carapintada que puso a prueba el temple del presidente Alfonsín y el del sistema político. El recuerdo de quienes estuvieron cerca de los protagonistas

La semana santa de la democracia: el recuerdo del alzamiento carapintada, 30 años después
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Semana Santa cayó en 1987 como ahora, bien entrado abril. Pero no por eso pasó a la historia aquel año, sino por el alzamiento carapintada que, liderado por el coronel Aldo Rico, hizo tambalear a la naciente democracia, pero se disuadió el domingo 19. El pueblo en la calle, el presidente Raúl Alfonsín dispuesto a darlo todo por la causa pero sin respuesta acorde de los militares “leales”, y una oposición que, en la presencia de Antonio Cafiero, demostró que también jugaba todo por salvar el orden constitucional. Hijos de aquellos dos grandes hombres, más Elva Roulet y Daniel Salvador, recuerdan esos días.

Elva Roulet: “Están muertos para la Argentina esos hechos, que no se van a reeditar más”

-¿Dónde estaba el día de los hechos y qué recuerda?
-La noticia la recibí estando en La Plata como presidenta de la Cámara de Senadores. Saca-mos enseguida una resolución de repudio y me vine directamente a la Casa Rosada, antes del mediodía, donde esperamos el regreso del presidente Alfonsín, que había ido a Campo de Mayo, en un acto de responsabilidad. Antes de eso hubo conversaciones telefónicas con los jefes de las Fuerzas Armadas, y la verdad es que los resultados habían sido poco positivos en el sentido de que había una reticencia. Fue una situación muy comprometida de parte de los espacios de la política con el proceso democrático, sobre todo de parte de Antonio Cafiero. La gente fue a Campo de Mayo y a la plaza, donde esperaron las noticias de esa visita en un acto de valentía y de gran responsabilidad. Cuando Alfonsín regresó nos notificó que todo estaba en orden, como dijo: “La Casa está en orden”. Se detuvo a los cabecillas de los grupos y fue muy importante la manera en que asumió la responsabilidad que le cabía como presidente de la Nación, llegando hasta el extremo de apersonarse. Después vinieron esas cosas que en este país son inevitables, la irracionalidad, en la que adjudicaron a ese encuentro la presentación de los proyectos de ley de Obediencia Debida y Punto Final que se hizo unas semanas después.

-Fueron leyes muy criticadas.
-Fue una concreción de proyectos que habían sido parte de la campaña electoral. Había responsabilidades de distinto nivel y los jueces tomaban las cuestiones de la manera que les parecía. Había que establecer los grados de responsabilidad, era una necesidad para seguir con los Juicios por la Verdad.

-¿Qué reflexión hace a 30 años de estos hechos que marcaron un antes y un después en el fortalecimiento de la democracia?
-Sin duda, fue un acto fundamental en la presidencia del doctor Alfonsín el enjuiciamiento a las Juntas. No tenía antecedentes en el mundo, por eso Argentina fue reconocida internacionalmente como un acto de valentía e inteligencia por la pacificación del país. Era necesario construir en base a la verdad y en el avance en la asunción de responsabilidades. Eso creó un antes y un después. Terminó con una situación que había comenzado en 1930 que era la sucesión de los golpes de Estado. Están muertos para la Argentina esos hechos, que no se van a reeditar nunca más.

Daniel Salvador: “Suele ser un útil ejercicio para la memoria analizar a la historia en su debido contexto”

“En 1987, Semana Santa también fue en abril. En aquel Domingo de Pascuas de hace 30 años, el presidente Raúl Alfonsín dio por finalizado el primero de los alzamientos militares contra su gobierno. Lo que hoy parece lejano en tiempo y forma no lo era para una joven democracia que no llegaba a los cuatro años de vida en Argentina.

Un detalle no menor: a diferencia de lo que sucedió en diferentes partes del mundo, el cambio de gobierno se realizó a través de una ruptura. No hubo un acuerdo pactado -como en Chile, por ejemplo-. El deterioro de las condiciones económicas y sociales, potenciadas por la Guerra de Malvinas, aceleró el regreso a la democracia sin condicionamientos.

Lo que hoy se recuerda con romanticismo no fue, precisamente, un camino de rosas. La decisión de Alfonsín fue poner en jaque a los responsables de las máximas atrocidades que existieron en nuestro país, ordenando el juzgamiento de los comandantes militares, derogando la ley de pacificación nacional -autoamnistía, considerada válida por el justicialismo de aquel entonces- y creando la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, para conocer toda la verdad.

No se podía esperar que todos estuviesen a la altura del conflicto. Sobrevino el levantamiento militar que produjo una reacción conmovedora de la gente necesitada de dejar en el pasado las páginas más oscuras de su historia. La movilización popular fue la mayor y mejor defensa de la democracia y las instituciones. Es el legado que debemos y queremos respetar. Ayer y hoy. Hoy y siempre”.

Mario Cafiero: “Marcó el principio del fin de la tutela del poder militar sobre el civil”

Mario Cafiero, hijo Antonio Cafiero, compartió con La Tecla sus recuerdos sobre el levantamiento carapintada. “Fueron momentos difíciles de la democracia naciente, donde se puso en juego si iba a ser una democracia condicionada por el poder militar o iba a tener una supremacía la política. Creo que en ese entonces ayudó mucho la gran movilización popular que hubo en defensa de la democracia. Más allá de que concluyó en una negociación que se expresó en las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, marcó el principio del fin de la tutela que siempre el poder militar tenía sobre el poder civil, el inicio de un camino que después terminó con los juicios por los derechos humanos, y todo lo que vino en un proceso que fue construyéndose a lo largo del tiempo”, analizó.

En ese entonces, Antonio Cafiero era el gobernador de la Provincia, y Mario, el secretario general de la Gobernación. “Recuerdo de ese día mi enorme preocupación; no sabíamos en ese momento qué iba a pasar con la continuidad del gobierno constitucional. Estaban todas las condiciones para que hubiera una intentona golpista”, prosiguió.

En tanto, a tres décadas de la Semana Santa del ‘87, reflexionó que “el reclamo carapintada buscaba garantizar determinada impunidad, pero no había luego ninguna posibilidad concreta de avanzar en un golpe de Estado. En ese momento no se sabía por qué habíamos vivido tantos golpes militares que creíamos que podíamos estar ante otro”.

Por último, rememoró: “Recuerdo la decisión de mi padre de ir a Plaza de Mayo para acompañar al entonces presidente Raúl Alfonsín, para estar en ese momento con él, más allá de que éramos oposición. Creo que esa foto conspiró mucho en las chances de Antonio Cafiero en la interna contra Carlos Menem, porque la gente lo vio muy pegado a Alfonsín y creyó que Menem era distinto; pero esos son análisis posteriores”.

Ricardo Alfonsín: “Más vale que está justificada la frase ‘la casa está en orden’”

-¿Dónde estaba ese día?
-Estábamos todos en Olivos, comunicándonos permanentemente con Casa de Gobierno; con mucha preocupación, sobre todo cuando nos enteramos de que Alfonsín había decidido apersonarse donde estaban amotinados para gestionar la rendición. Toda la familia seguía con mucha preocupación esos acontecimientos en los que se definía si seguía o no la democracia, e incluso peligraba la vida del Presidente cuando él va hasta el cuartel.

-¿Qué reflexión hace a 30 años después?
-Dos reflexiones. La primera, el agradecimiento a quien en ese entonces era la representación institucional del justicialismo, Antonio Cafiero. Sin vacilar, sin consideración alguna vinculada a los intereses partidarios, puso sobre cualquier interés la seguridad democrática. La segunda, me sigue llamando la atención la crítica que se hizo a la frase de Alfonsín cuando regresó: “Felices Pascuas, la casa está en orden; no hay sangre en la Argentina”.

-Una frase que fue muy criticada…
-No sé qué querían que dijera si se piensa en las cosas que podrían haber ocurrido; más vale que está justificada la frase “la casa está en orden”. Pudo ser un desastre cuando la gente fue a Plaza de Mayo, una matanza. No se sabía cómo iban a reaccionar los carapintadas. Allí (en la rendición) no hubo ninguna negociación. Los propios carapintadas después lo reconocieron; pero, como siempre, se engancharon en la acción psicológica quienes tenían intenciones de desacreditar al Gobierno nacional, pensaban que los podía beneficiar electoralmente. Muchos de ellos son los que decían que no se podía juzgar a nadie en la Argentina.

-¿Qué sensación le provoca ver a Aldo Rico y a Juan José Gómez Centurión participando de la escena política? ¿Habló del tema con ellos en alguna oportunidad?
-Con ellos no tengo nada personal. A Gómez Centurión nunca lo he visto. Con Aldo Rico sí lo he hablado, y hasta le he reconocido la valentía y la honestidad que tuvo después de admitir que no se había negociado absolutamente nada en esa reunión. Cuando hago algún comentario sobre la presencia de los carapintadas en el desfile del 9 de Julio tiene que ver con lo que representan, no con uno en particular. Aldo Rico es cierto que se incorporó a la vida democrática, aunque nunca admitió como un error aquello que hicieron. Pero los chicos en la escuela aprenden que los carapintadas están asociados a un movimiento que se alzó contra la democracia. Me pregunto qué dirán los chicos cuando ven desfilar el 9 de Julio a miembros del grupo en un acto oficial. Eso es lo que me llamó la atención.

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