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Lunes, 21 octubre 2024
Argentina
31 de diciembre de 1969
Un olvido del Gobierno

Perón y su relación con la soja

La semilla que desató un duro enfrentamiento entre el campo y el Gobierno de Cristina Fernández fue traída por el General Juan Domingo Perón. La historia del PJ que permitió el nacimiento y origen de la soja en Argentina

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El conflicto del Gobierno con el campo continúa con su debate, luego del levantamiento del paro del sector en reclamo de mejoras. Desde el Estado se ha tratado despectivamente a la soja como “un yuyo”, y la oleaginosa ha sido el motor principal de la recuperación económica. Pero la pregunta de todos los argentinos es ¿dónde salió la soja?



La respuesta es la doctrina justicialista, quien dio nacimiento y desarrollo al cultivo. El mismísimo Juan Domingo Perón fue el que habilitó su ingreso al país.



Hasta 1973, el producto de exportación por excelencia en la Argentina era sólo tema de estudio en diferentes facultades de Agronomía. Los visionarios le atribuían un futuro promisorio gracias a su alto valor proteico. Es lo que veía Armando Palau, un ingeniero del noroeste de la provincia de Buenos Aires llegado al flamante tercer gobierno de Perón.



Desde la subsecretaría de Agricultura, el joven entusiasta convenció al general, y obtuvo el permiso para traer de Estados Unidos la semilla que ya tenía cuotas de éxito en Brasil. Así, dos Hércules arribaron con la novedad.



No fue fácil la promoción. Incluso los medios de la época llegaron a acusar al ministerio de Economía de disfrazar la operación, y hablaban de presunto contrabando de electrodomésticos en los vuelos efectuados por naves de la Fuerza Aérea.

Tampoco Palau tuvo una tarea sencilla para instalarla. Debió convencer a amigos con grandes extensiones para hacer las primeras pruebas de rendimiento, como así también, a cerealistas para la multiplicación genética. Fueron de mucha ayuda los grupos CREA, de pequeños y medianos productores.



El principal impulsor de la soja permaneció poco en el gobierno. Se fue cuando murió Perón, perseguido por la Triple A.

“Militaba en un grupo impulsor de políticas agropecuarias que contemplaran todas las realidades del país y las realidades sociales del campo argentino. Era un grupo del humanismo peronista que encabezaba José Ber Gelbard”, dice Palau hijo.



A pesar de la caída del gobierno constitucional, los pioneros continuaron con el cereal cuyo destino era la exportación. El crecimiento del cultivo fue constante, pero a ritmo cansino, durante la última dictadura y el gobierno radical de Raúl Alfonsín.



Antes de la vuelta de la democracia, Palau fue convocado por el candidato justicialista a la Presidencia, Italo Luder. La victoria radical no permitió que volviera a la Secretaría de Agricultura, pero asesoró a los gobernadores del PJ. Luego Palau presidió la Comisión Agropecuaria del partido, y comenzó a trabajar, de la mano de su amigo Luis Macaya, para el programa de gobierno de Antonio Cafiero en la Provincia. En el grupo había un ingeniero inquieto e interesado en la soja: Felipe Solá.



Tras la muerte de Palau, la posta la tomó quien años después fue gobernador de Buenos Aires. Durante la presidencia de Carlos Menem, Solá ocupó la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca, y tomó la decisión política de permitir la utilización del gen RR (resistente al Roundup -una marca de herbicida-), que hace resistente la soja a los venenos combativos de otras malezas.



De esta manera, con la utilización de glifosato y el método de siembra directa, la oleaginosa recibe el impacto más importante para su impresionante expansión, triplicando en pocos años la superficie sembrada y casi cuadruplicando los rindes por hectárea. Además, se da inicio a una evolución tecnológica e industrial para proveer de los elementos adecuados a los productores.



También al peronismo corresponde la decisión política de usarla como usina de recursos que servirían para cubrir necesidades básicas en un país devastado por la crisis. Eduardo Duhalde aprobó la sugerencia del ministro de Economía Jorge Remes Lenicov, y pese al pataleo del campo, se instalaron las retenciones. Su progresiva suba operó directamente en la gordura de las cuentas fiscales. Ahora, en pos de la redistribución de la riqueza, la suba de lo pretendido por el Gobierno desató el histórico paro y abrió una nueva discusión en el país.



Algunos consideran que “el Gobierno absorve y no devuelve, y después acusa al productor y a los pooles de ser los responsables exclusivos de la degradación de recursos”. Creen que para que ello no suceda debe haber políticas de Estado adecuadas. Lo que nadie discute, pese a comentarios despectivos desde el mismísimo Gobierno, es el origen y expansión peronista de la soja.

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