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Argentina
8 de marzo de 2011
CRUCES NACIÓN-PROVINCIA

Un pacto de no agresión endeble y maleable

En la última reunión producida por Cristina Fernández y Daniel Scioli se acordó el cese del fuego entre las gestiones cerrando un punto redituable para ambas partes: Gobernación aceptaría las colectoras y la Rosada frenaría la balacera contra la eguridad provincial. Sin embargo, algo falló y la disputa se encendió nuevamente desde Olivos

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Todo parecía calmo, una paz tensa pero calma al fin. Una especie de guerra fría se empezaba a jugar entre Nación y Provincia en lo que respecta a la pulseada por la territorialidad y el poder.

El pacto de no agresión forzado por Cristina Fernández y Daniel Scioli clavó la bandera blanca delimitando la cancha: el sciolismo se tragaría el sapo de las colectoras, y por ende el de Sabbatella, y los cristinistas dejarían de balear la osamenta de la seguridad bonaerense.

Juego aceptado y reglas claras. Todo orden, casa acomodada. Pero a mitad de camino, el mensaje no bajó con claridad y una parte sustancial se desvaneció luego del “sí” de mabos mandatarios.

¿Qué pasó? Que Horacio Verbitsky, asesor de la presidenta y personaje activo del fogoneo a discreción operado contra la Provicia, volvió a atacar con los colmillos nuevamente ávidos de sangre.

Durante el fin de semana, el periodista K le pegó al corazón del ministerio más polémico y débil de la gestión Scioli. Sin guardarse nada, y hasta evidenciando cierta pérdida de códigos, impactó plenamente contra el Servicio Penitenciario Bonaerense.

En una editorial acaecida en Página 12, arranca la nota con una declaración de guerra para las huestes provinciales. “Mientras Scioli respaldaba en la Legislatura al alcaide mayor Casal, un preso entregaba a la Justicia fotos suyas con uniforme del SPB. Tres detenidos contaron a distintos magistrados que los sacan a robar entre la noche y el alba, con ropa y armas del Servicio, que los desarmaderos funcionan en las propias cárceles, donde también se venden estupefacientes. A quien se niega le violan la mujer o lo asesinan. Fiestas nocturnas con alcohol y prostitutas y tiro al blanco sobre los detenidos”.

Durante todo el recorrido de la nota, Verbitsky no detiene en ningún momento su descarga y desnuda, según su información, el agujero negro anidado entre las redes de la seguridad bonaerense: “El martes 1º Daniel Scioli leyó un excelente discurso ante la Legislatura de Buenos Aires, en el que respaldó a su cuestionado ministro de Justicia y Seguridad, Ricardo Blas Casal. Scioli. A la misma hora, un detenido en la Unidad 48 del Servicio Penitenciario Bonaerense sorprendió al fiscal Germán Martínez al quitarse la zapatilla izquierda, donde escondía el chip de un teléfono celular. Allí había seis fotografías del detenido y de otras personas. Todos lucían piezas de uniformes del Servicio Penitenciario Bonaerense, y un video en el que uno de los funcionarios de seguridad entrega un pequeño sobre a uno de los detenidos”.

“El detenido, a quien aquí llamaremos Erre Jota, tiene 32 años y purga una condena por robo, dijo que el director y el subdirector del penal y el jefe de complejo en ese momento, le señalaron los modelos de autos que debían robar. El turno de robar para el Servicio iba de las 23 a las 6 del día siguiente, les suministraban partes de uniformes, armas y teléfonos celulares. Una vez en la calle usaban esos teléfonos para llamar a conductores de remises que formaban parte de la combinación”, cuenta el asesor cristinista pegándole de lleno al mentón de Casal.

La editorial se extiende, se dilata en detalles y presenta varios subtítulos. Pero aquí lo sustancial a dirimir y a desentramar es ¿qué sucedió a mitad de camino que la Nación desestimó el acuerdo de paz y “prepeó” al gobernador? ¿Por qué si los lineamientos quedaron claros, la bajada editorial de la Rosada no se condice con el accionar del periodista? ¿Por qué el sciolismo no devuelve el guantazo y continúa la política de la baja intensidad en la resistencia?

Las preguntas se abren, al igual que las hipótesis. En esta escena pueden divisarse un grueso marco de afirmaciones esbozadas por el alineado íntimamente al kirchnerismo, y un istmo exacerbado de dudas que disponen en carne viva una herida con la Provincia que parecía comenzar a cerrar, aunque sea de un modo obligado y acorde al contexto de “unidad” que el justicialismo buscaba empezar a mostrar hacia fuera.

Pero algo se rompió, se partió en un instante. Y el “tiroteo” solo provino de un bando. El otro, como siempre, condensa templanza y mansedumbre.

Sin embargo, la réplica que no esgrimieron desde Gobernación la efectuó el mismo Jorge Lanata, quien salió a “ponerle el cascabel al gato”.

Como acostumbra su lengua filosa, el mensaje para Horacio Verbitsky fue al hueso. “Es muy talentoso, muy inteligente, y muy inescrupuloso”, inició el periodista en un reportaje publicado por Perfil.

“En el fondo, es más un político que un periodista. Yo siempre supe que él era eso”, aludiendo a las relaciones carnales con el gobierno nacional.

“Hace mucho tiempo, yo le había pedido a una gente amiga que averiguara cosas sobre El Perro (Verbitsky). Yo nunca conté esto que voy a contar, y entonces me entero, ahora es público, en aquel momento no se sabía y era como un escándalo, lo del libro de la Fuerza Aérea. Y me viene a ver El Perro porque se entera de que yo estaba preguntando por él. Y le cuento: ‘Sí, yo mande a tal persona a preguntar tal cosa porque quería saber con quién trabajo’. Y tuvimos una larga charla como de tres, cuatro horas, sobre todo. Entendí un poco más por qué él es más político que periodista”, profundizó Lanata sin preámbulos.

“Y un poco más cuáles son las cosas que me separan de él, pero que me separan también de esa generación: sin hacer ninguna acusación en particular, porque no la podría hacer, yo no puedo tener a un tipo secuestrado en un pozo dos días, un día, diez horas. Y cuando yo tengo que abrir la puerta y verlo al tipo ahí abajo, no me lo banco. Bueno, estos tipos no sólo se lo bancaron, sino que fueron y le pegaron un tiro al que estaba ahí abajo. No me importa quién fuera el que estaba ahí abajo, porque podía ser el demonio, pero no me importa”, continuó fustigando al kirchnerista.

“Eso es un abismo, un abismo. Entonces, yo me encontré a lo largo de los años con El Perro dándole una nota a Clarín antes que a nosotros. ¿Pero por qué? Porque para él era más importante Clarín…”, cerró dando por tierra con la figura de Verbitsky.

El conflicto se abrió ya sin encontrar parangón. El cristinismo atacó de nuevo y sin silenciador. Daniel Scioli y su gestión resultaron expuestos nuevamente y nadie salió de sus huestes a apagar el incendio. Por el contrario, dejaron caer la sal fina de la Rosada que ya tomó como costumbre “pegarle al muñeco”. Quién dará el próximo golpe ya lo sabemos, deberá dilucidarse si la pólvora del otro lado no continúa mojada

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